NOSTALGIAS DEL GALATEA ( Frco. Granados Serrano )



                                   MI PRIMER DIA EN EL GALATEA

                        El papel en mi bolsillo decía que aquella misma noche embarcaría en el Galatea, que arribaba en unas horas en el Puerto de Huelva.
        Embarqué de madrugada en un mundo tan irreal para mí como aquellos altísimos palos, vergas jarcias que impresionaban a gentes curtidas por todos los mares.  Aquel ajetreo de llevarme de un sitio a otro y por fin aterrizar en aquel sollado oscuro de proa donde no tomaba sentido de la realidad. Apoco tocaron babor y estribor de guardia para iniciar el crucero de instrucción de tres meses por los mares del Norte.  Un veterano me indicó cual era mi coy y espacio de superficie de suelo para dormir.

        Nada mas salir del río Odiel, el Atlántico nos estaba esperando enfurecido, me entró un malestar rarísimo. Mi coy se desplazaba de una banda a la otra y yo rulaba  por aquella cubierta como una peonza, como si tuviera una borrachera muy mala y desconocida. Pude saber para qué eran aquellos grandes cubos colocados estratégicamente a lo largo del sollado.

        Aquel incesante dejarme suspendido en el aire, para después clavarme en el suelo, aquel rular de un lado a otro sin posibilidad alguna de control, aquel querérseme salir el estomago por la boca, aquellos desvanecimientos que me sumían en la mas negra oscuridad.
     Tres días con sus noches fueron una pesadilla imborrable de la memoria, quizá era el precio del bautismo de mar.

        Lo había superado en el archipiélago de las Azores, tras salir a cubierta después tres días encerrado en el sollado de proa que había sido para mí como una mazmorra encontrándome con un radiante  recién nacido sol, con aquella brisa fresca llena de polvo de agua salada, mis ojos mi espíritu y mi alma abrieron de par en par, para aquilatar la maravilla que tenía delante. El Galatea. El Galatea navegando con todo el trapo dado, con una escora considerable, como saludando al nuevo día.  

           Mis ojos curiosos y mi alma ansiosa de algún bálsamo que cicatrizase las impresiones de aquel túnel que terminaba de abandonar, sin poder dar crédito a tanta belleza, en un segundo recorrieron el barco desde el baupés al mesana, para inmediatamente, después en sentido inverso, esta vez milímetro a milímetro deteniéndose en cada detalle, hasta que el corazón henchido de alegría y no pudiendo aguantar tan hermoso contraste me ordenó. ! Ahora te toca llorar ! Y lloré, cloro que lloré de alegría. Aquello era el barco de mis sueños tan tempranos y no aquello que terminaba de abandonar.

       Sus cinco foques bien inflados por la mañanera brisa de las Azores envueltos en polvo de agua de mar recibiendo la caricia de los primeros rayos solares por la amura, dibujaban entre ellos un arco iris.  Un tropel de voces y pitos que terminaron con el tiempo  familares.-

EL CATALA y el CAPITAN DESCHAMPS


 EL CAPITAN DESCHAMPS  

Extraído de la Revista: Mundo Naval ilustrado ( Jaume Matamala )

Manuel Deschamps

Legendario Capitán de la Marina Mercante es el único civil enterrado en el Panteón de Marinos Ilustres de San Fernando,  nacido en la Coruña en 1.853.
   Empezó  a navegar a los 15 años y obtuvo el título de primer piloto.
    Comandante del Montserrat, conocido popularmente como “El Catalá” efectuó diferentes proezas con este vapor.

  Deschamps, fue el más hábil burlador del bloqueo que se inició a Cuba durante la guerra del 1.898. Por tres veces, con astucia, decisión y arte marinero, burló y esquivó a la flota norteamericana llevando en su barco soldados del ejército, material de guerra y víveres.
  La Reina regente de Inglaterra le concedió la cruz al Mérito Naval por su coraje y cortesía.

    El Capitán, con los años inspiró la habanera de “El Meu Avi” ( de José Luis Ortega Monasterio).

  Residiendo en Barcelona y encontrándose mal se trasladó a Caldes d´Estrac muriendo el 19 de Agosto de 1923; fue enterrado en el vecino pueblo de San Vicente de Montalt  donde se conserva una placa honorífica en el cementerio de dicha localidad en su memoria.
  En 1998 fue traslado con honor al Panteón de marinos de San Fernando, ( Cádiz ).


Vapor Montserrat ( El Catalá )

DECADENCIA DE LOS VELEROS



 DECADENCIA DE LOS VELEROS:
 Jaume Matamala

 Fue después de la Primera Guerra Mundial que se inició la decadencia difinitiva de la navegación a vela.

   Se produjo una gran crisis en los transportes marítimos y durante unos cuantos años los barcos veleros que estaban en buen estado en lugar de convertirlos en chatarra fueron previstos de motores auxiliares y desnudados de parte de su arboladura conservando algunos palos con bajo  velamen.

  Tal hecho, disminuyó la dotación y los conocimientos de un verdadero velero; quedando un buque, que ni era un auténtico velero,ni un clásico barco de vapor.


   Esta conjunción les dio debilidad en la mar y falta de experiencia con lo que muchos sufrieron naufragios por no tener suficiente viento en sus velas y poca fuerza en sus motores.

CALMA CHICHA en el GALATEA


Luis de la Sierra
    Zarpamos de El Ferrol en verano de 1.944 rumbo a las portuguesas islas de Madera llevando a un grupo de aprendices y de cabos de marinería que efectuaban sus correspondientes cursos  en la Escuela de Maniobra de la Armada y que ahora harían sus prácticas de mar. Navegábamos dando amplísimas bordadas, aunque siempre buscando las derrotas veleras, pues no se trataba de llegar cuanto antes, sino de acopiar singladuras; así que empleamos 17 días en el viaje de ida y 20 en el de vuelta, navegando siempre a vela.

   Tuvimos buen tiempo, y hasta calma chicha.
Entonces, cuando el aire quedaba inmóvil, el velero permanecía aboyado sobre una mar llana, como el vidrio, brillante e intensamente azul, con todas sus velas perezosamente caídas, a telón, mientras que los ruidos de abordo cobraban una resonancia especial, un tanto solemne.

     Nos hallábamos, por supuesto a una distancia enorme de la correcta  para los antiguos veleros enteramente dependientes del viento como única propulsión; mortífera zona de las " calmas ecuatoriales " a caballo sobre el cinturón del mundo. 
  Pero no podíamos menos de pensar en lo que tuvo que suponer, en los tiempos de la navegación a vela, el quedar allí atrapados, como sujetos al fondo del océano
por alguna monstruosa rémora maligna, es decir, como nuestro Galatea entonces, pero sin disponer de motores a bordo, durante semanas,
en que los víveres frescos se evaporaban, el terrible escorbuto se cebaba en los más débiles o desnutridos, desfallecían las esperanzas, y los cerebros comenzaban a vacilar como una llamita a punto de extinguirse.
   Días de soledad infinita, interminables, enloquecedores, aprisionados por un círculo inmenso del horizonte de aquel implacable desierto líquido.  

              Hasta que se acababa por echar los
 botes al agua para remolcar al velero y tratar de arrancarle de la zona maldita, abrasadora durante el día y siempre sin un soplo de viento que se mantuviera en alguna dirección, u obstinadamente encalmada, saliente, como muerta, en la que el tiempo parecía haberse detenido y no se veía vela o mástil alguno en lo que abarcaba la vista del fatigado serviola encaramado en la cofa, hasta que una dulce brisa empezaba a jugar con las
caídas velas.

Carta de MIGUEL DELIBES A SU MADRE DESDE el GALATEA


Miguel Delibes.
Carta a su madre desde el Velero GALATEA
1.938 con sus 18 Años.

Querida madre: 
Hace ya dos semanas que embarcamos en el buque escuela Galatea  y aún no tuve tiempo de escribirte. Aquí, como decimos en jerga marinera, pasamos el día planeando. Diana a las 6 , de noche todavía; ducha en cubierta, aunque hiele; desayuno ( café con leche y un chusco que has de estirar para las cuatro comidas del día ); baldeo con bruzas y lampazos, mientras otros abrillantan los dorados o limpian los retretes, los beques, como aquí le dicen. A las diez, dos horas y media de instrucción, fusil al hombro, por la explanada del Arsenal. A la 1 comemos, de ordinario caldo gallego, lacón con grelos, o ropa vieja, y dos horas después vuelta a la faena.
   Los ejercicios de tarde son más variados y distraídos: gimnasia, remo, señales, nudos, morse, jarcias … Sólo un día y otro no, pelamos patatas. A las seis una de las dos brigadas, babor o estribor, la mitad de la dotación, sale de paseo.

   La Sra. Jacoba, la lavandera, me lava y plancha la 
ropa por poco dinero. En la próxima os enviaré dos fotografías: una en traje de faena, con el abisinio en la cabeza, y la otra de gala, con la lanilla, como llaman aquí a la marinera. ¿ Sabéis que a Damasco y a mí nos dio la risa al vernos vestidos así el primer día y un oficial tuvo que llamarnos la atención ?.
Dime algo de papá. Pásale esta y dile que le recuerdo. Besos a las hermanas y a los tíos y para ti un abrazo muy fuerte.

  

CIELOS DEL GALATEA EN SUS NAVEGACIONES





Por: José María Castrillón

No se puede describir  lo maravilloso del cielo cuando navegábamos por las noches en alta mar, todo en silencio, no teníamos ningún motor encendido, ni los alternadores para la producción de luz, ya que se encendían las luces de situación, la de alcance y la del tope, con aceite y fuego.

 El cielo estaba muy estrellado, la luna se reflejaba en el mar y se veía el agua de formas diferentes; ni una brizna de viento, las velas caídas, no se observaba ninguna luz, ni barco en el horizonte; no había ninguna contaminación lumínica, solamente se oían los resoplidos de los delfines y otras faunas de la mar ; todo era tranquilidad mientras nosotros nos tumbábamos sobre la cubierta del castillo, y teníamos conversaciones a media voz, sobre la  extraordinaria belleza del firmamento en todo su esplendor.
    
    Así estábamos hasta que sonaba la campana dando las horas y los vigías o serviolas dejaban oír su potente voz diciendo: " serviola a estribor, sin novedad", "serviola a babor, sin novedad". Parecía que retumbaban en todo el horizonte, ya que eran los únicos sonidos que perturbaban la serenidad de la noche.
    Si nosotros nos acostábamos tarde, teniendo la media, ya no nos acostábamos, preferíamos estar en la tertulia de grupos pequeños, sobre el castillo, hasta entrar de guardia, y antes de entrar en ella, tomábamos la sopa de ajo, luego seguíamos de guardia sobre la cubierta hasta el alba; otro espectáculo inolvidable, si la noche había sido estrellada y sin nubes.

   El amanecer, lo mas grandioso que jamás he visto, hasta que asomaba el sol por el horizonte. A ese espectáculo acudían todos, ya que dejábamos encargado a la guardia, que nos avisaran al amanecer, para ver esa espléndida llegada de otro día. 

    Todos estábamos sobre la borda, pero no se oía ninguna voz, a pesar de  estar todos allí presentes, cada uno sumido en sus pensamientos de admiración y con la boca abierta, esos eran los únicos momentos felices  para nuestro interior.

    Merecía la pena pasarlo"canutas" para tener estas  visiones; pero cuando salía el sol, ahí se terminaba todo, y empezaba el ejetreo en el buque, todos no poníamos en movimiento, cada uno a su destinos y palos.
   Si bien lo pasábamos mal, en general, pero teníamos la recompensa de esos momentos felices interioriores, viendo la grandeza de  esa naturaleza por los trópicos.

    

LAS CARAS DEL MAR ( Luis de la Sierra, C.de Fragata )



Luis de la Sierra
   Desde el benévolo que suele mostrarnos en las zonas denominadas de "calmas ecuatoriales" hasta el normalmente airado de las latitudes altas: en los "rugientes cuarenta" del hemisferio austral, o en el océano Glacial Artico, hay toda una gama, todo una escala de valores, limitada por los ciclones tropicales y extratropicales y las tempestades mas terribles, de una parte, y los alisios de los mares del Sur del océano Indico a las ventolinas veraniegas de nuestras latitudes, de la otra; toda una gradación infinita desde el punto de vista cromático, termostático, acústico y de peligrosidad para el navegante; una variación continua en la flora y fauna, altura y violencia de las olas, nubosidad, aspectos del cielo y brillo de las estrellas. 

    Desde un firmamento enteramente enrojecido y llameante, cual inmensa cúpula ardiente, que tiñe las aguas igual que un rubí, hasta el zafiro que corona el Egeo, al azul de Prusia fugazmente visto a través del impresionante ojo de cualquier huracán.


  La mar puede mostrarnos todos sus disfraces, todas sus facetas, todas sus caras: caras airadas, vindicativas, adustas, serenas, bondadosas, sonrientes; puede hacernos todas las muecas y visajes.
   El mar, la hermosa mar, es entre otras muchas cosas, la más formidable y consumada actriz que existe y ha existido nunca.
   Durante los siglos XVI, XVII y XVII, el 50%
de los marinos que se hacían a la mar, jamás regresaron y sucumbieron en ese inmenso cementerio acuático.

CAIDA DE UN MARINERO DESDE LOS PALOS

 
Luis de la Sierra
     Durante las guardias del alba,
 se efectuaba el baldeo de toda la cubierta. Comenzábase por mojar bien las tablas, luego se las rociaba con arena y polvos de gas y , después, 14 o 18 hombres, equipados con escobillas de brezo, frotaban a unísono, infatigables, de proa a popa, por una y otra banda, arriba y abajo, tras varias concienzudas paradas por todo el barco, arrojando el contenido de los baldes de agua de mar, el acto suponía un gran esfuerzo físico, dado que la espalda tenía que quedar arqueada debido a la cortedad  de los manojos de brezo.
     Sobre esta cubierta habían tenido sucesos luctuosos y terribles accidentes, uno de ellos se desarrolló así.  Por la mañana estando de guardia en el puente, recibí la orden del comandante de dar el aparejo; apenas había viento y la mar estaba tranquila; de modo  que la cosa no parecía presentar el mayor problema.  A través de un megáfono dí las órdenes del ritual: -¡ Listos a largar el aparejo !
¡ Gavieros y juanetes al pie de la jarcia !

     Inmediatamente se escucharon las pitadas de señales de los contramaestres de palo, y la gente corrió por cubierta. ¡ Gavieros y juanetes arriba !  ¡ Gente a pie de de la jarcia !
  Aquellos empezaron a trepar por los flechastes del trinquete y del palo mayor con la soltura y agilidad de los avezados. Al estar todos en las cruces de sus respectivas vergas ordené:
 -¡ Fuera ¡ Gente arriba !. Instantes después escuchamos un grito de muerte, escalofriante que llegaba de las alturas. Miramos hacia allí. Unos  delos juaneteros del palo mayor se había desprendido de su percha y caía dando vueltas, rígido con los brazos pegados a lo largo del cuerpo y las piernas estiradas, en actitud que supuse instintivamente defensiva. 
     Aquel trágico voltear desde una altura de 40 metros, duró muy pocos segundos; pero quedaría  grabado en la retina de quienes, horrorizados, claramente comprendimos que el hombre no caería al mar, sino en la cubierta. Tras dos o tres volteretas en sentido longitudinal, la dramática visión desapareció por babor tras las casetas del combés, pero inmediatamente oímos un golpe terrible y vimos esparcirse en todas direcciones los blanquecinos pedazos del reventado cerebro de aquel infortunado marino de dieciocho años.

RELATOS DEL GALATEA


Jaume Matamala Blanch

     Vamos rescatando relatos de los 47 Años que en la Marina sirvió el Galatea; pero desconocemos todo de los 26 años anteriores en los que surcó los mares con los nombres de Glenlee , Islamount y Clarastella.
     10 Unidades más fueron botadas con los mismos planos que igualmente embellecieron los mares con sus siluetas, pero sólo uno de ellos quedó para la Historia.

  Atrás  quedaron otros, tiempos en que la quilla araba la redondez de la tierra; otras tripulaciones, mudas en sus relatos de las que cuelgan historias de incendios, fantasmas, vías de agua, incluso que fue hallado al garete en mitad del Mediterraneo, abandonado después de un motín y con la sangre de las víctimas, saliendo aún por sus falucheras.

             25 Años anduvo marineando sin motores de navegación y sin luz, con sus únicas velas que lo sacaran de las calmas chichas, grandes temporales y acantilados; con una dotación menos adiestrada y mas reducida.
 El Galatea guarda en su sentinas todos esos episodios que quizá nunca serán narrados.
  
   Conocemos dos grandes temporales en el periodo Galatea; uno en 1.946 en las Azores con vientos de 175 Km/h del que quedó totalmente desarbolado y con una escora de 42 grados y otro en 1.954 regresando de New York.
 
  De sus derrotas anteriores en la Marina Inglesa se sabe  que pasó 16 veces por Cabo de Hornos , haciendo en total 15 viajes. 
 La época Italiana está poco documentada.


LAS CARGAS DE LOS VELEROS



 LAS CARGAS DE LOS VELEROS
 ( Los últimos veleros del Mediterraneo ) José Huertas Morion

Tanta circulación de veleros en nuestro Mediterráneo, venía dada a la falta de carreteras para el transporte y medios, que aún no se había desarrollado como lo está ahora y a lo económico que resultaba el combustible que era el propio viento; aunque esta economía se saldaba con pérdidas de vidas humanas, barcos y cargas.

     Cuando realmente se hacía peligrosa la navegación a vela, era cuando el barco llevaba cobertada, es decir carga encima de la cubierta; entonces la estabilidad del buque no era de fiar, y podía ocurrir que bajo una racha de viento diera la vuelta y pusiera la quilla al sol, como vulgarmente se decía; así había ocurrido muchas veces, pues lo mismo que la carga fuera en cobertada o en lastre, había que tener mucho cuidado, y por regla general, en estas condiciones, la tripulación dormía en cubierta y sin quitarse el cuchillo del cinto para estar listos en un momento de peligro poder cortar rápido las trincas que amarraban la cobertada, o cortar las tiras de maniobra, para que las velas cayeran de golpe, si es que la mucha escora del barco les permitía caer; dándose el caso que en algunos naufragaron sin darles tiempo, ya que el barco había tomado tal ángulo que las velas ya no caían por no tener ya gravedad para su caída.

    Tirar la cobertura a la mar, para no sufrir un naufragio, se determinaba en momentos críticos y con mal tiempo por lo que la maniobra tenía que ser rápida y segura para evitar que ningún hombre sufriera daño alguno y se fuera junto con la carga al mar; no siendo posible que la carga libre de sus amarres barriera y destrozara todo lo que en su balanceo encontraba.

Uno de los casos más curiosos de cubertada, fue el ocurrido a la balandra ”Nebril”,que cargada con cobertada de balas de esparto, una racha de viento la tumbó, acostándola de costado a la mar; los mismos fardos impedían que pusiera la quilla al sol y su tripulación fue lanzada al mar desde donde lograron sacarle algún fardo a lo que otra racha de viendo puso el barco en vertical y como tenía las velas dadas se puso en marcha dejando el barco en navegación sin ningún tripulante a bordo y los marinos agarrados a la balas de esparto.

    Para su estabilidad si no se llevaba carga se le metía lastre que normalmente se componía de arena y grava y a veces tierra de escombros que se encontraba en los muelles y que otros barcos lo depositaban al llevar carga real.
   Los barcos de gran porte, si al descargar no metían la carga al mismo tiempo, había que lastrarlos conforme iban descargando, pues completamente vacios no podían quedar; se acostaban sobre el muelle debido al peso tan enorme de la arboladura, metálica que gastaban.

  El barco “en plan barrido”, vacío, no podía quedar sin lastre alguno dodo que quedaba entregado al viento y sus caprichos y fácilmente vulnerable. La mayoría de de los barcos de vela a la parte, con idea de que el flete fuera al máximo y poder ganar algo, acostumbraban a cargar el buque hasta unos límites inconcebibles, metiendo casi siempre el disco bajo el agua.

EL TIMON y el ACHIQUE




 EL TIMON Y EL ACHIQUE

¡  Cuántas noches enteras pasadas en cubierta, puestos de ropa de agua, mojados y pasando sueño, frío, miedo; cogidos a la rueda del timón o a los cabos de la maniobra, listos para arriar o acalar velas bajo a una racha peligrosa ¡.
     A veces con el barco amarinado, y las velas con las fajas de rizos hechas, si no le tocaba a uno ir al timón, podía descabezar un sueñecito al reguardo de la borda de barlovento, sin era su guardia la que estaba en turno; a cusa del tiempo que había que estar en cubierta sin poderse resguardar en el rancho, había que ver el gusto que daba el doblar la cabeza y dormir de pie, mientras la lluvia y los raciones de la mar le caían por encima de la cabeza y los hombros.
    Navegando con buen tiempo, las guardias se sucedían sin novedad, pero si éste se torcía, allá iban las guardias para cubierta, o sea, todo el mundo, desde el patrón hasta el grumete, sin tener descanso hasta que amainara el temporal.
        Casi todos los barcos salían del puerto sobrecargados, lo que daba lugar a que cuando entraba un poco de mal tiempo y el casco empezaba a sufrir a causa de los esfuerzos, se abrieran las juntas de su trabazón y empezaba a entrar agua, por todos lados teniendo que cogerse todos los tripulantes a las bombas de achique y empezar a darles sin parar para impedir que el barco se les fuera al fondo.
    Los barcos de madera , en mayor o menor cantidad; en algunos incluso en puerto había que montar guardia en la bomba de achique, para evitar que el agua llegara a la sentina o la propia carga, que la mayor de las veces era de cemento o sal.
   Las bombas de achique eran tan pesadas que algunas veces requerían de dos hombres para hacerlas funcionar. 
    En los bares portuarios era frecuente que después de una partida se levantaran dos o tres diciendo: “Me voy a bordo que es mi hora de guarda en la bomba de achique”.
    El estado de algunos barcos era tan escalofriante, que acostado en las literas dentro del rancho de marinería, por las juntas de las tablas, que se encontraban vacías de estopa y brea, se viera la luz del sol. Tanta temeridad tenía el barco como sus tripulantes de hacerse a la mar.

BALDEO DE LA CUBIERTA




Por: José María Castrillón

 A las cuatro de la mañana, toda la guardia excepto los que estaban en sus puestos de guardia, formábamos en la cubierta, banda de babor, se daba greda a la cubierta y otras veces se daba sosa caustica, arena, polvos de gas y jabón en polvo después de ser mojada.

Caso de no haber bandazos y de tres en tres y el contramaestre con el silbato para ir al compás, todos a la vez manejando el brus o las escobas, hacían un armónico ruido al rascar la cubierta y con el compás de nuestras piernas, todas a la vez de un lugar para otro, hacía como que era un baile muy acompasado y artístico. Nosotros nos divertíamos con ello.

Claro el contramaestre de guardia que dirigía el baldeo se sentía orgulloso de ese espectáculo, ya que formaba parte de él, por la música que le ponía al silbato, y cuando no ponía él la música. Lo hacíamos al movimiento de las piernas y de los bruses, era digno de admirar. Como podréis suponer siempre nuestros pantalones estaban remangados hasta las rodillas, al terminar el fregado venía la manguera que también tenía función decorativa y artística, lo mismo que cuando pasábamos el rodón y el lampazo.

Cuando terminábamos este baldeo, estaba la cubierta que se podía comer sobre ella, nos dedicábamos a asearnos, cogiendo un bote de agua dulce para lavarnos la cara y empezábamos a afeitarnos para que nos saliera pronto la barba ya que carecíamos de ella. Cuando había mala mar, no se baldeaba la cubierta por que se encargaban las olas de barrerla de una banda a otra.

  Los viernes que había lavado de coys y oreado de mantas y colchonetas? era una jungla sobre la cubierta, todos atareados de un lugar para otro, colgando las colchonetas y las mantas en las jarcias durante todo el día. Luego colgábamos los coys recién fregados con un poco de jabón verde y pasábamos la manguera, y a secar en la jarcia. Era un día dedicado al aseo de nuestro austero elemento de descanso. Al finalizar el día teníamos que volver a armarlo poniendo las bolinas y así de frescos a descansar .


EL GOLFO DE SAN JORGE


EL GOLFO DE SAN JORGE
 Los últimos veleros del Mediterráneo ( José Huertas Morión )
        Dice el Derrotero del Mediterráneo: “ El golfo de San Jorge o Sant Jordi, es un seno de más de 10 millas de saco y de unas 23 de extensión, comprendido entre los cabos de Tortosa y de Salou. Aunque por su corta extensión se pasa pronto, es temible con vientos de travesía para los veleros, a causa de que las corrientes aconchan las embarcaciones en él, como asimismo lo es con vientos del NW o maestrales que denominan de invierno, soplando con fuerza que generalmente no permiten regir velas".

     Este era el famoso golfo de Sant Jordi, y el no menos célebre  cabo de Tortosa de la época de la navegación velera; para aquellos barcos dedicados a la navegación de cabotaje en el litoral español del Mediterráneo, representaba lo que era para los veleros de gran porte el famoso cabo de Hornos.
    La realidad es que el trozo de costa comprendido desde el puerto de Vinaroz al puerto de Tarragona, que cogía todo el delta de los Alfaques, desembocadura del Ebro y Golfo de Sant Jorge, era el pedazo de litoral más peligroso de toda la cuenca del Mediterráneo, contando con el Golfo de León; ello era por dos motivos; el primero por los vientos huracanados que solían soplar del NW, y segundo, el mal balizamiento, que podía considerarse nulo de toda la costa baja, desde el faro de Baña, cabo Tortosa y faro de Fangar, de muy poco alcance.

  Cabría añadir los temporales  de invierno frecuentes, en los que se perdía toda visibilidad.
    Los verdaderos prácticos del golfo eran los pescadores de San Carlos y de la Ampolla, dedicados a la pesca del bou con las parejas de arrastre a la vela, que tenían que trabajar todos los días, pero cada año se pagaba un tributo de vidas y de embarcaciones rotas y pérdidas debido a los fuertes vientos.
    Los pescadores de la Ampolla, tenían un día que aunque la mar estuviera plana no salían a la mar, el motivo es que en esa fecha, un durísimo “mestral” barrió con todos los hombres.
     Es del pueblo que se encontraban en el mar, destrozando las embarcaciones y ahogándose todos los hombres, quedando en el pueblo solo las mujeres, ancianos y niños.

    Con razón se llamaba a este pedazo de costa “ el litoral de la muerte” y los veleros  “ Soberano-Alicantino-María Giménez-Adela Villanueva-Villa Calella-Virgen del Milagro-Marina-Gravina-Cala Gabiota-Alfredo Velasco y otros que desaparecieron con las tripulaciones completas y los que lograron sobrevivir fueron rescatados agarrados a los palos con el caso hundido en el fuerte temporal.


   Todas las cosas de la vida, al pasar el tiempo, caen en el olvido y quedan como si jamás hubiesen existido, por eso al escribir estas líneas, es como dejar un recuerdo de ellas y de una vida dura y de sacrificios, cuyo único pago era el de miserias y escasez en el modo de vivir.

NAUFRAGIOS DE VELEROS



NAUFRAGIOS
de VELEROS:
Los últimos Veleros del Mediterraneo

 Pérdida de la Goleta Venus

Se construyó en 1.914 y un día del mes de Octubre de 1929 el velero salió de Cartagena con rumbo a Torrevieja donde iba a cargar sal.
Debido a la brevedad del viaje y con bonanza el bote no se colocó en el pescante, siendo remolcado por popa.

   Al anochecer el barco se encontró encalmado, cerca de la altura de Cabo Negro con toda la tripulación en cubierta tomando café con el patrón al timón, y las velas todas arriba pendientes sin viento. De pronto llega una fuerte racha procedente de los montes que al coger el barco parado y en lastre con todas las velas arriba, lo tumba, haciéndole dar la vuelta de campana, poniendo la quilla al sol, como vulgarmente se dice.

  Al estar todos en cubierta a la mayoría los tiró al mar pudiéndose encaramar al bote, cortando rápidamente el cabo que lo unía a la goleta pudieron salvarse; solo un marinero no se encuentra que dieron por desaparecido.

    El casco había cogido aire en la bodega que se encontraba vacía y flotaba con la quilla arriba y los palos en el agua. Al día siguiente un submarino español lo remolca le da un fuerte tirón y el Venus tumba a una de las bandas y ante la sorpresa de todos aparece el marinero que faltaba que había quedado cautivo en el aire de la bodega. El Venus, ante la sorpresa del submarino fue hundiéndose lentamente sin poder hacer nada para salvarlo.
Naufragio de la Goleta GERARDO SENSAT:

   Esta Goleta había sido construida en Arens de Mar en 1.866 siendo de 250 toneladas, siendo su armador D. Marcelino Suñol de Barcelona, el cual también era su capitán en los viajes que efectuaba a América con el nombre de “ Marcelina”. Naufragó una noche de Diciembre de 1.925, a la entrada de la Ría de Muros, sobre los bajos de Corrubedos con un cargamento de de carbón, mandado por un capitán muy práctico en aquella zona. Los bajos se encargaron de destrozar el barco y a toda su tripulación.
Naufragio de la Goleta CAPRICHO:
  El 17 de Noviembres; festividad de San Gregorio, en el mismo día pero en diferentes años, ocurrieron dos hechos casuales uno en Gibraltar a bordo de un velero de cabotaje, y el otro en una embarcación de pesca; cerca de la isla La Estacio, ambas de Torrevieja.

  El Bergantín “Joven Pura”, salió de la bahía cargado a tope de sal con ruta al estrecho. Debido al temporal se dio la orden de cargar y aferrar el juanete. Tres hombres subieron al palo a efectuar la maniobra en medio de la oscuridad, al terminar se oyó un fuerte golpe en cubierta de un objeto que rebotó en cubierta y cayó a la mar . Preguntado el Contramaestre si alguien había visto el objeto caído y nadie sabía nada. Pronto llegaron a la fatídica conclusión y supieron lo qué había ocurrido. El marinero llamado el “Calanés”, había caído de los palos y por más que lo buscaron no dieron con él, sintiéndose culpables los otros compañeros de la maniobra por no haber tenido cuidado de él dejándolo solo.

     Dos años después, la misma noche, 17 de noviembre festividad de San Gregorio, se abatió sobre Torrevieja un fuerte temporal de levante, La embarcación CAPRICHO navegando en busca de refugio en la Isla La Estacio donde naufragó salvándose solo el Capitán y muriendo dos marineros siendo éstos los que acompañaron en la maniobra de los palos en el “Joven Pura”.
  El destino les tenía condenados a morir en la misma noche y fecha en que su compañero “Calañés”se ahogó.


Naufragio del RIO PIEDRAS:

     
Construido en Blanes en 1.866 y de 230 toneladas; en un Diciembre de 1.908 con una tripulación de 9 hombres y 3 pasajeros con destino a Italia, estando en la costa del Cabo San Antonio debido a la dureza de los vientos del mestral, que allí se llamaban del Norte, se fondeó en Javea sin atreverse a entrar en el golfo de Valencia; donde ya habían otros barcos resguardados del temporal. De pronto el Rio Piedras tomó el NE, ante el asombro de los otros barcos.
     No se tuvieron más noticias del velero, esperando que de un momento a otro aparecieran en algún puerto no esperado para la alegría de los entristecidos familiares. La tragedia hizo acto de presencia apareciendo un barco en las costas de Mallorca desarbolado y sin ningún superviviente a bordo. Misterio, soledad de aquellos náufragos que la mar silenció su desgracia. Fue uno de los múltiples dramas cuyo horror queda escrito en las crónicas de la época.

 Tales fueron los Naufragios de:

BERGANTIN SOBERANO - GOLERA SANTA ISABEL - JOVEN FILOMENA - PEREZ - ADELA VILLANUEVA - SAN JOSE-RAIMUNDA -MATHILDE - HOSLSFUER - FER- VERGANTIN FE - PEDRO OLIVER - DOS AMIGOS - ALFREDO- NUEVO PALMA - VIUDA DE OLIVE - SAN SEGUNDO - SANTA ISABEL - CARMEN PICO- RIFEÑO - PEREZ - CALA SAN VICENT - CABAÑAL- VICENTE MASPONTS - MARIEGE-SALVADOR MAGRO - PAQUITO - LA FAMILIA - JOVEN MARIANO - ESPERANZA - JOSELITO - GOGO-DOMINGO GIMENEZ - CARMEN - CONCHA GIMENEZ - SAN PEDRO - NEBRIL - MARIA BALLESTER - MARIA GIMENEZ - GABINO- TITANIC y tantos otros.

  Con la incorporación de los barcos motoveleros disminuyeron los naufragios, por tener una nueva arma con que luchar contra los vientos adversos. Los generadores  de corriente mejoraron la señalización de los barcos y las colisiones dejaron de producirse, con lo que las alidas a mar dejaron de ser tan peligrosas para los marinos.
   Con todo lo dicho se entenderá la devoción  a la Virgen del Carmen a la que le encomendaban su destino y la valentía de los marinos en adentrarse en un mar  en la que no tenían asegurado el retorno.

VELEROS SIN VIENTO



VELEROS SIN VIENTO:
 Los últimos veleros del  
 Mediterraneo

         Los barcos de vela solo tenían una cosa en contra de ellos y era cuando se quedaban sin viento y había marejadilla; venía a ser lo mismo que un barco le fallaran los motores,  quedando a la deriva, con el agravante de la alta arboladura del velero que hacía que la situación empeorara considerablemente.
       En cuanto un velero se quedaba sin viento, lo cual ya no le permitía gobernar; lo primero que hacía era atravesarse a la marejada reinante y empezar a dar bandazos cuyos ángulos estaban en proporción directa con el estado de la mar.
          Nadie que no lo haya pasado, se puede dar una idea de lo que es un barco encalmado y atravesado al mar; balanceos de mas de 45 grados, con las perillas de los masteleros trazando un arco enorme sobre el cielo, yendo sin parar de un lado a otro dependiendo de la velocidad que traigan las olas y de la distancia entre ellas.
     Para poder andar por la cubierta, había que ir cogido a donde se pudiera, no era posible mantenerse derecho; los golpes de mar podían lanzarlos por la borda al paso de la ola que  barría la cubierta con fuerza.
    La arboladura, en sus idas y venidas de los 45 grados expresados en su vertical si se paraba, daba unos latigazos, que en términos marineros se llamaba”que espolsaba",o sea que se sacudía, pudiendo en esos momentos quebrar el palo o cualquier verga.
    Si por cualquier circunstancia había que subir a las galletas del barco con el balanceo, el marinero que ejecutaba esta maniobra tenía que tener instinto de mono, aprovechando la inclinación favorable y quedándose agazapado inmóvil en el palo, esperando que la próxima inclinación diera pie a seguir avanzando hacia la cofa, teniendo en cuenta que el fuerte latigazo no lo expulsara del palo en un terrible accidente.
    Pero el peligro mayor de quedarse un barco sin viento y atravesado a la mar, es desarbolar, pues la mayoría de las desarboladuras ocurridas en veleros se deben a este motivo.
    También se ha dado el caso, que para poder salvar el barco y no se destrozara o naufragara, se sacrificaba la arboladura picándola y cortándola toda para echarla abajo, dejando el barco convertido en una boya para salvar sus vidas y al barco.
     En el cabo Tortosa, con fuerte tormenta de noche negra atravesado al fuerte mar, el “ Sant Mus ” que venía del SE daba unos bandazos escalofriantes y desde tierra,se veían  las cuatro perillas de los mástiles brillando las luces de San Telmo y describiendo un enorme arco sobre el cielo que hacía temer su seguridad; pero este barco jamás desarboló.
       La pericia de los capitanes evitaba tener una encalmada cercano a la costa; aunque el mar es el menos previsible de los elementos de la naturaleza.
    Cuando había que encomendarse a Dios en un barco  de vela atravesado a la mar, era cuando se soltaba la botavara, bien porque hubiese roto la escota, o la contra, o bien por un motivo u otro; había que apoderarse de ella y poderla trincar antes de que hiciera una catástrofe, sobre el velero y sobre sus tripulación.
         Con el barco en marcha, el trabajo se hacía rápidamente, se orzaba poniendo el buque al filo del viento y ella misma se colocaba dentro del barco, donde se trincaba; pero sin gobierno era cosa de pánico y muchos marineros han perdido la vida  en maniobras para dejar la botavara inmovilizada.
   Pasar diez o doce horas encalmados y atravesados a la mar dando bandazos y sacudidas y pasando las olas en un continuo barrido de babor a estribor  sobre la cubierta sin poder comer, sin poder dormir, con desprendimientos incontrolados de la arboladura que podían caer sobre sus cabezas, venía a ser un desgaste mental sobre toda la tripulación.
       Un peligro añadido a quedarse encalmados suponía la carga del barco que si fuera de trigo, sal u otro elemento compacto hacía que no se moviera, por mucho que bandeara el barco, pero si era carga factible de moverse o de correrse, quedando acostado a una de sus bandas.
   Para evitar que la carga tomara agua de mar y se perdiera, había que achicar constantemente las bodegas y si esto sucedía al empaparse la mercancía con agua hacía mas pesado al velero, agregándole un peligro mas a los que ya tenía.


LOS GRUMETES










LOS GRUMETES:
Los Ultimos Veleros del Mediterraneo

    Los grumetes, o más conocidos por ”Chicos de Barcos”, fueron unos niños que en  tiempo pasado formaron parte de las dotaciones de los barcos a razón de uno por velero. 
   Su edad oscilaba entre 14 años en adelante, podía decirse que era un aprendiz de marino. Había buques fuera de la ley que con 9 años ya pisaban la cubierta, pero hasta los 14 años no se les daba la matricula de mar.  El pobre chico era el pararrayo de todos, recibiendo el maltrato físico de la tripulación.
    Muchas lágrimas derramaron estas criaturas en su soledad, sin cariño de nadie y en convivencia con seres rudos, sin un sentido dulce de la vida.
  El mejor trato  lo recibían del Contramaestre, que al mismo tiempo les enseñaba el oficio. El que peor trato les daba  era el cocinero que le veía como  esclavos en propiedad.

       Conviviendo con aquellos marineros la mayoría gente ruda y en tierra entre medio de prostitutas y maleantes, pronto aprendían a ser golfillos.

      Por las mañanas a las cuatro de la madrugada era levantado de la litera para que hiciera el café de toda la tripulación, con la dificultad de hacer fuego en la cocina que a veces estaba situada en cubierta con tres manparas sin puerta, donde se colaba el viento y la lluvia.

   En aquella época por la noche los ranchos de la marinería se servían en el castillo de proa y se alumbraba con un farol de aceite; el chico era el encargado de mantener todas las luces encendidas.  El bote de a bordo, también era misión de él pues todas las mañanas debía de achicarle el agua, limpiarlo y tenerlo siempre dispuesto.
        Los remos, las defensas los escálamos, para que no se perdiera los guardaba debajo de su colchón.

         Cuando el barco llegaba a un puerto o bahía y fondeaba, el chaval era el encargado de llevar y traer a todo el personal bogando de un lado al otro.
     Noches frías con su chaquetón, al duro frío, esperaba que la tripulación borracha volviera para retornarles a bordo.

       El grumete comía aparte y en el caldero pues los marineros comían todos de una platera o fuente grande, siendo él responsable  de que no hubiera ninguna piedrecita en las lentejas que previamente seleccionaba; naturalmente le tocaba lavar todo lo ensuciado dejándolo brillante.
      El tanque de agua dulce lo llenaba  con barriles de las fuentes de los puertos que se tocaba y los chicos de los diferentes barcos hacían repetidas colas en las fuentes y se entretenían jugando en las calles portuarias.
      En los barcos se iba descalzo y el grumete igual que la tripulación. El mundo de las alturas, en las velas altas, escandalosas, estays y sobrejuanetes ellos eran los encargados de largarlas y aferrarlas por su poco peso y habilidad.

       Estos chiquillos en cuanto tenían algún dinero, por 20 céntimos la entrada, iban a  las películas mudas con acompañamiento de piano incluido. En Barcelona en los cines “Marina”de la Barceloneta y "Monumental", "Diana", "Argentina” todos ellos en la calle de San Pablo. 

     También eran iniciados en el amor por las prostitutas ya mayores que paseaban por los muelles, a cambio de algún trozo de vela.
      Al cumplir los 18 años les daban un cuartón, es decir la cuarta parte de lo que ganaba un marinero, dejando el maléfico rango de grumetes.

LOS MARINEROS DE LOS VELEROS








LOS MARINEROS:
Los ultimos Veleros del Mediterraneo
     Los marineros a los que nos vamos a referir son de todo el litoral del mediterráneo.
      Si un capitán era de un pueblo, irrevisiblemente toda la tripulación era de aquel pueblo por sostener el orgullo de mar de aquellos ciudadanos que competían con otros en llevar el velero mejor pertrechado aunque para ello tuvieran que trabajar los domingos para conseguirlo.
    Antes el marinero embarcaba con su atuendo personal, con un arca de madera , muy bien decorado por la parte interior sobre todo la tapa con pinturas de colores hechas por su propietario.

    Dentro estaba el famoso chaquetón, las herramientas de trabajo muy bien conservadas con agujas de coser lonas de diferentes números que se guardaban en un canuto lleno de sebo, para que no se oxidaran. Su cuchillo de la marca " Anzuelo " era imprescindible.

     Posteriormente llegó el saco, que aunque mas lijero, la ropa no quedaba en buenas condiciones y terminaba arrugarse.  Los tiempos fueron cambiando y de aquel marinero que embarcaba, colchoneta,mantas etc. quedó reducido a una simple maleta.

      La vestimenta para todos era muy similar, el trajecito de mahón , hecho a medida en el “Dique Flotante”, en la Plaza de Santa María del Mar de Barcelona, que costaba 25 pesetas, el pañuelo de seda blanco en el cuello, que costaba 2 pesetas y la gorra de marino que vendían, en la casa de “Marcelino Bou”, en la Calle Nueva de Barcelona al precio de 7 pesetas.

      Con este atuendo y muy poco dinero en el bolsillo, al anochecer después de haber hecho el valdeo y cenado en el barco se lanzaban a la calle, buscando gresca por el Barrio Chino de Barcelona o por el Molinete en Cartagena o por el puerto de turno que les tocara.

    Donde mas amor propio y competencia existía, era entre
las dotaciones veleros españoles e ingleses, en la subida a los palos, largar y aferrar velas. También en las cargas y descargas de mercancía había competencias, si uno cargaba 10 el otro cargaba 11. 
      Llegada la noche en puerto, los marinos acudían a popa a la cámara del patrón, en demanda de un anticipo de algún dinero que se descontaba de la liquidación final. Con  3 pesetas poco se podía hacer, tabaco para fumar y el resto para divertirse y alternar.
    El Barrio Chino de Barcelona, era el cáncer de la Ciudad Condal, con sus tortuosos, oscuros y malolientos callejones, donde se cobijaban los indeseables de la Capital y el extranjero; tan peligroso como Marsella, con sus muelles, era el sitio predilecto que alternaban con prostitutas, maleantes e invertidos y marineros.
          La Calle del Cid, Arco dl Teatro, Perecams y otras. En los salones” La Criolla”, “Sacristán” llegaron a salir artistas de renombre.
      En aquel ambiente de vicio y de peligrosidad era donde los jóvenes marineros de los barcos de vela, se divertían a su manera, bailando y armando broncas y peleas, de las que a veces no salian bien librados.

    Acostumbraban a salir en cuadrillas y a veces salian del barco dispuestos a armar bronca en el primer sitio que se presentara. Al marinero, no se le conocía por sus apellidos, sino por sus nombres de apodo; y si se le nombraba por su verdadero nombre, nadie sabía dar razón de él.
      Una de las aficiones mas arraigadas en la tripulación, era la de cantar a coro; acostumbraban a cantar por la mar y por tierra entre todos ellos, llamando la atención por lo bien que lo hacían. En los veleros de gran porte, se cantaba incluso en las maniobras, con la idea de que el cante sirviera para aunar esfuerzos para izar las vergas u otra maniobra.